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Habrá un siguiente país rescatado

Seguramente, en algún momento de su infancia jugaron ustedes al juego de la silla. Como recordarán, éste consiste en colocar formando un círculo tantas sillas como personas jueguen menos una. A continuación, los participantes han de dar vueltas alrededor de las mismas al ritmo de la música hasta que ésta deja de sonar. En ese momento, todos deben sentarse lo más rápido posible, siendo eliminado quien se queda sin sitio. En sucesivas rondas se repite el proceso pero quitando del círculo una silla cada vez hasta que sólo queda un jugador sentado. Pues bien, ¿no creen que algo parecido ocurre con los rescates en Europa? Primero fue Grecia, luego Irlanda, posteriormente Portugal, el no-rescate a la banca española y, por último hasta ahora, Chipre. Y, antes de que éste se termine de consumar, ya estamos hablando del siguiente (Eslovenia o Malta).

Desde el pasado verano parecía que la música venía sonando con alegría, con la prima de riesgo acercándose a los 300 puntos desde que rozó los 650 cuando el “whatever it takes” de Mario Draghi y con el Ibex atreviéndose a encarar los 8.700 puntos. Cuando, de repente, volvió a dejar de sonar y le tocó a Chipre quedarse sin silla, con las consecuencias conocidas por todos y ya comentadas.

El hecho es que tras el affaire chipriota, aún no hemos terminado de reordenar los asientos y rebobinar la cinta cuando los participantes en este juego de locos que es el euro ya se están mirando unos a otros tratando de identificar cuál será el siguiente en caer. Porque, aun a riesgo de parecer catastrofista, estoy convencido de que habrá un siguiente rescate. Por la única razón de que no hay sillas para todos.

Es decir, la bola de deuda (pública y privada, pero sobre todo pública, que es la que no deja de crecer) es tan enorme que, en las circunstancias actuales, no hay cómo devolverla. Y no se lleven a engaño, devolver la deuda imprimiendo no es devolverla, es como si nos prestaran una pulsera de oro y lo que pretendiéramos devolver es una pulserita de cuero y conchas de las que vendían los hippies en los mercadillos.

¿Quién será el siguiente rescatado…?

Son tres los candidatos a los que se está mirando, aunque por diferentes motivos: Luxemburgo, Malta y, quizás el más plausible, Eslovenia.

Luxemburgo, no obstante, no parece que sea un candidato a tener dificultades financieras, al menos a corto plazo. Seguramente, y para indignación de su primer ministro, Jean-Claude Juncker -que, recordemos, ha sido jefe del Eurogrupo hasta hace dos meses escasos- el pequeño país centroeuropeo ha sido señalado por tener un sistema financiero que es más de 20 veces el PIB del país. Y es que aplicar la regla de tres es tentador: si los bancos de Chipre eran siete veces la economía de la isla y, además, ofrecía ventajas fiscales -de forma parecida a la también rescatada Irlanda-, con más motivo lo hará aquel pequeño reducto de ricos alemanes y franceses. Pero hasta ahí llegan los parecidos.

Los bancos de aquel país son sucursales de grandes entidades financieras globales que utilizan el Gran Ducado como cabeza de puente -fiscalmente ventajosa- de sus operaciones en Europa, tal y como se refleja en el saldo acreedor positivo frente al Target2 de 100.000 millones de euros -el del Banco de España es de 300.000 negativo-. No hay rusos de dudosa reputación de por medio y tampoco parece que exista una exposición a la deuda soberana periférica de los bancos allí instalados como ocurría en Chipre -menos de un 3% de los títulos de deuda que posee la banca en sus balances son de los países rescatados, mientras que un tercio corresponde a Francia y Alemania. Sin olvidar la cuestión política de que Luxemburgo es la cuna de la UE. Por todo ello, Luxemburgo no parece que sea el siguiente candidato.

El caso de Malta, quizás sea el más parecido a Chipre: es una isla remota del Mediterráneo, su sistema financiero es aún más desproporcionado que el chipriota -casi 800% del PIB- y con mayor exposición a la deuda griega. Pero sin rusos. Y sin la relevancia ejemplarizante de Chipre.

Finalmente, queda Eslovenia, quizás el más firme candidato al rescate de su sistema financiero con unas necesidades de recapitalización estimadas por el FMI en 1.000 millones de euros. Aunque es posible que tengan todavía cierto margen de maniobra y este no sea inminente, ya hay síntomas de que puede ser el próximo en quedarse sin silla en cuanto deje de sonar la música otra vez, ya que su sector financiero está muy tocado a consecuencia de la morosidad que sufren sus bancos -7.000 millones de euros en crédito moroso-.

Además, su primer ministro negó rotundamente la semana pasada la posibilidad de un rescate y ayer mismo el Gobernador de su banco central ha insistido en la negativa. Y ya sabemos lo que eso suele significar… De momento, la prima de riesgo se ha disparado a cerca de 490 puntos, y los seguros de impago (CDS) han saltado más de 120 puntos básicos en una semana hasta superar los 400.

¿… y por qué han de haber más rescates?

Viendo estos casos, los amantes del intervencionismo y enemigos de la libertad, se echan las manos a la cabeza, y le achacan la culpa de los rescates a un nuevo ataque de los malditos mercados. Es decir, culpan de las eliminaciones al que pone -y quita- la música.

Quizás tengan ustedes la tentación de pensar que son inversores individuales, sentados alrededor de mesas de caoba y fumándose un puro, los que deciden cuándo se pone y cuándo se quita la música. Y que lo hacen, además, de forma planificada y concertada para obtener beneficios a costa de los sufridos estados. Pues bien, si son de esta creencia -y si no, también-, permítanme que les recomiende encarecidamente la lectura de Nosotros los mercados, libro que recientemente ha publicado Daniel Lacalle y que desmonta este y otros mitos sobre el funcionamiento del mercado, creados interesadamente por los que de verdad acumulan el poder: los políticos y sus adláteres(*).

Del mismo modo, los intervencionistas razonan que, si de alguna manera las autoridades públicas, es decir, los bancos centrales y los gobiernos, forzaran a que no dejase nunca de sonar el radio cassette, no sería ya un problema que hubiese menos sillas. Así, sugieren que se estén aplicando medidas de estímulo permanentemente.

Pero crecer de forma falsa, es decir, en términos nominales, inyectando al sistema económico dinero creado de la nada sería como quitar sillas esperando que los participantes del juego no lo noten. Es decir, una estafa. Y buscar crecimiento endeudándose más todavía tampoco es solución. Sería, como si dijéramos, añadir participantes al juego manteniendo el número de sillas. Tarde o temprano, alguno se da cuenta de lo que ocurre, que la música es artificial, que hay muchas menos sillas que jugadores y corre a sentarse para asegurarse el asiento. Y entonces se acabó el juego.

No, la cuestión no es que la música deje o no de sonar, la cuestión es que hay menos sillas que personas, y ello es porque una cantidad ingente de deuda ha crecido artificial y virtualmente al amparo del dinero creado de la nada por el sistema financiero y los bancos centrales, sin estar respaldado por ahorro real y bienes físicos tangibles.

Estando así las cosas, el sector público no sólo no deja de incrementar su endeudamiento sino que, por tal de no reducir su tamaño, extrae recursos del sector privado, ralentizando aún más su proceso de desapalancamiento y la vuelta al crecimiento sano. Atiborrando, además, de deuda pública a un sistema financiero cogido con pinzas y fragilizando, más aún si cabe, todo el sistema económico.

Por tanto, mientras esto siga siendo así, seguirá habiendo rescates. Hasta que sólo quede uno. O el dueño del radio cassette se canse y se vaya con la música a otra parte.

Fuente: El confidencial


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