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Los griegos votan hoy con el futuro del euro en sus manos

Grecia acude hoy a las urnas para tratar de formar un gobierno, el que sea, que le permita superar seis semanas después el fracaso de los comicios del 6 de mayo pasado que no permitió forjar ninguna mayoría eficiente. Esta situación, según algunos sondeos, puede repetirse a partir de hoy, lo cual sería el desastre más temido, la Grecia ingobernable.

Estas elecciones hacen temblar a Europa. A un pequeño país devastado que solo representa el 2% del Producto Bruto Europeo, se le exige que salve la situación evitando a las alternativas más “radicales” de la izquierda, o sea, Syriza.

La crisis ha destruido el tejido social y productivo. La miseria se ha desplomado sobre millones que han visto sus ingresos desaparecer por recortes impuestos por la Unión Europea, el FMI y el Banco Central europeo, la temible troika, los “hombres de negro”.

Colas para comprar remedios ya muy escasos. Filas en las barriadas más pobres para conseguir comida o el plato de sopa. Los suicidios se han multiplicado y, de ser el país europeo con menor número de muertes por mano propia, han pasado, en el quinto año de la crisis, a ser los primeros.
Ya casi no quedan palabras para describir el sufrimiento de este pueblo. Le ha llegado tan de repente que, para muchos, el gran problema es advertir que ya no les queda nada. Es a estas gentes a las que Europa y el mundo entero contemplan entre enfurecidos y temerosos. Porque de los comicios de hoy tiene que surgir ese gobierno que no termina de cuajar.

Si gana la derecha de Nueva Democracia y logra armar una coalición, Europa respirará aliviada. Se habrá salvado el euro al menos por un lapso posiblemente breve. Habrá que aflojar los acuerdos injustos y dejar que otra vez llegue un poco de dinero a la población más desesperada. Será el premio consuelo, el triunfo cierto de la inmensa y desvergonzada presión internacional que ha sido extraordinaria. “Volver al dracma (la moneda griega anterior al euro), como en el fondo quiere la izquierda, es una locura”, explicó a Clarín un vocero de Nueva Democracia antes del acto de cierre de campaña.

Syriza, el partido más avanzado de la izquierda –motejado de “radical” (extremista)– jura y perjura que quiere seguir a toda costa en el euro y la comunidad europea. Eso sí: apenas consiga formar gobierno, su joven líder, Alexis Tsipras, buscará abrogar los acuerdos de rescate con la “troika” que, a su juicio, han hundido a Grecia. Quiere que se le deje crecer para pagar luego.

Lo que se juega hoy, en primer lugar, es la vida penosa de los griegos y, además, la suerte del euro. Angela Merkel ya lo ha advertido: “Es muy importante que las elecciones concluyan con un resultado por el cual aquellos que formen un gobierno digan: ‘Sí, queremos respetar nuestros compromisos’”.
La amenaza implícita es el tajante rechazo del intento de negociación de Syriza contra la austeridad implacable. El BCE, el FMI, la UE en pleno, respaldan a Angela Merkel. No habrá negociación e intentar forzarla provocará una crisis donde el peor parado será Grecia.

Por empezar, se ha calculado que la salida de la eurozona costaría hasta dos billones de dólares y que arrastraría a los países más debilitados como Portugal e Irlanda. España es la ficha que caería después, seguida de Italia. Un desastre tremendo que pondría en marcha una crisis financiera devastadora.
En medio de este torbellino, se explica que hayan proliferado en la campaña los actos de violencia, especialmente protagonizados por los nazis de Amanecer Dorado. Su campaña electoral fue abrir la veda contra los inmigrantes, muchos de los cuales han sido apaleados por bandas de matones que tomaron las calles colmadas de policías que no parecen haberlos arredrado.

Los enfrentamientos han sido numerosos en la Universidad, donde los grupos más enconados de la izquierda les han hecho frente a los fascistas. Han habido explosiones y cocteles “Molotov”.

Las encuestas más fiables, que son pocas, estiman que las dos fuerzas principales, Nueva Democracia y Syriza, tienen un caudal de votos parecido, con alguna ventaja de dos puntos a favor de los conservadores. O sea, de lo fundamental no se sabe nada.



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